~Cuentan de un sabio que un día tan pobre y mísero estaba, que sólo se sustentaba de unas hierbas que cogía. ¿Habrá otro (entre sí decia) más pobre y triste que yo? Y cuando el rostro volvió, halló la respuesta, viendo que iba otro sabio cogiendo las hojas que él arrojó.
~Quejoso de la fortuna yo en este mundo vivía, y cuando entre mí decía: ¿habrá otra persona alguna de suerte más importuna? piadoso me has respondido; pues volviendo en mi sentido, hallo que las penas mías para hacerlas tú alegrías las hubieras recogido.
~Y por si acaso mis penas pueden en algo aliviarte, óyelas atento, y toma las que dellas me sobraren. Yo soy...
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